Si fueras como te soñé
- samuel gaitan
- 13 mar 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 1 abr
Si fueras una angel
si fueras una reina
si fueras como te he soñado
no serias como eres
si no fueras como eres
no me hubiera enamorado
no seriamos dos desconocidos
que se cruzan los caminos
y se dejan heridas
que se cicatrizan con el tiempo.
Si Fueras
Si fueras una ángel
con alas de luz plateada,
yo sería el mortal que observa
desde la distancia prohibida.
Si fueras una reina
con corona de estrellas y oro,
yo sería el súbdito silencioso
que ama desde las sombras del trono.
Si fueras como te he soñado
en noches de desvelo y anhelo,
perfecta en cada detalle imaginado,
irreal como espejismo en el desierto,
quizás nunca habría conocido
el sabor agridulce de amarte.
No serias como eres:
humana, imperfecta, verdadera,
con cicatrices que cuentan historias,
con risas que esconden tormentas,
con miedos que danzan en tus ojos
cuando crees que nadie mira.
Si no fueras como eres,
con tus contradicciones y misterios,
con tu forma única de ver el mundo,
con tus defectos que te hacen auténtica,
no me hubiera enamorado
de la realidad que supera la fantasía.
No seríamos dos desconocidos
que una vez se conocieron por completo,
que compartieron secretos bajo la luna,
que se prometieron eternidades efímeras,
que se entregaron sin reservas
para luego convertirse en extraños.
Que se cruzan los caminos
como fantasmas de lo que fuimos,
reconociéndonos en la distancia
sin atrevernos a pronunciar nombres
que alguna vez fueron sagrados.
Ahora somos apenas siluetas
de un pasado que se desvanece.
Y se dejan heridas
que sangran en silencio,
invisibles para los demás,
pero que nosotros sentimos palpitar
con cada recuerdo inesperado,
con cada canción que nos transporta,
con cada lugar que guarda nuestras huellas.
Que se cicatrizan con el tiempo,
dicen los que intentan consolar,
pero no hablan de las marcas que quedan,
de cómo aprendemos a vivir con ellas,
de cómo nos transforman en otros
que ya no reconocemos en el espejo.
El tiempo, ese médico imperfecto,
cura pero deja constancia de la herida.
No borra, solo transforma el dolor
en algo que podemos cargar
sin que nos derrumbe cada mañana.
Ahora camino por calles diferentes,
buscando no encontrarte en cada esquina.
Me pregunto si haces lo mismo,
si evitas los lugares que compartimos,
si has cambiado tus rutas y costumbres
para no tropezar con los recuerdos.
Quizás en otra vida fuiste ángel,
quizás en otro universo eres reina,
quizás en algún sueño eres perfecta,
pero en esta realidad fuiste humana,
y por eso te amé con esta intensidad
que ahora se convierte en poesía.
Si fueras diferente a quien eres,
nuestra historia sería otra o ninguna.
Fuimos exactamente quienes debíamos ser
para encontrarnos, amarnos y perdernos
en el laberinto del tiempo y las decisiones.
Ahora somos recuerdos que se desvanecen,
fotografías que amarillean en cajones,
mensajes que no se vuelven a leer,
promesas que no pudieron cumplirse.
Somos la prueba de que amar intensamente
no siempre significa amar para siempre.
Que dos almas pueden conectarse profundamente
y aun así separarse irremediablemente.
El destino, ese escritor caprichoso,
nos juntó para luego separarnos,
nos hizo probar la miel más dulce
para después dejarnos con su ausencia.
Y sin embargo, no cambiaría nada.
No te soñaría diferente,
no te querría perfecta,
no te inventaría ángel o reina.
Te acepto como fuiste en mi vida:
real, compleja, indescifrable a veces,
con esa forma única de mirar al mundo
que me hizo ver todo con nuevos ojos.
Te agradezco las heridas también,
porque me enseñaron sobre la fragilidad,
sobre la capacidad de recuperación,
sobre el arte de soltar lo que se ama.
Si nos cruzamos nuevamente,
espero que ambos hayamos encontrado paz.
Que las cicatrices ya no duelan al tocarse,
que podamos vernos como dos extraños
que alguna vez se conocieron íntimamente
y ahora pueden saludarse con calma.
O quizás pasemos de largo,
reconociéndonos solo en silencio,
sabiendo que fuimos parte importante
de nuestras respectivas historias,
capítulos intensos que ya se cerraron
pero que dejaron sus enseñanzas.
El amor es así: un maestro severo
que nos instruye a través del dolor,
que nos muestra nuestras fortalezas
precisamente cuando nos sentimos débiles.
Si fueras una ángel, una reina, un sueño,
no habría aprendido tanto de mí mismo.
Si fueras perfecta como te imaginé,
no habría descubierto mis propios límites.
Gracias por ser exactamente quien eras,
con tus luces y tus sombras entrelazadas,
con tu capacidad de elevarme al cielo
y luego dejarme caer en el abismo.
Fuimos dos desconocidos que se encontraron,
que se reconocieron sin haberse visto antes,
que crearon un lenguaje propio y secreto,
que construyeron un mundo entre dos
que ahora solo existe en la memoria.
Y aunque los caminos se separaron,
aunque las heridas tardaron en sanar,
aunque el tiempo pasó implacable entre nosotros,
algo permanece intacto en algún rincón:
la certeza de que, por un momento,
fuimos exactamente lo que el otro necesitaba.
Y eso, a pesar del dolor y la distancia,
es un regalo que el tiempo no puede borrar.
Un tesoro que guardo en mi interior,
mientras sigo mi camino hacia adelante,
llevándote conmigo como una lección,
como un recuerdo que me hizo más humano.
Si fueras diferente, no serías tú.
Y yo no sería quien soy ahora,
caminando entre cicatrices y recuerdos,
aprendiendo a amar de nuevo,
sabiendo que toda historia tiene su final
pero que eso no la hace menos valiosa.


Comentarios