En la ciudad de Diamante

, donde el sol besa el cristal,

y las torres de zafiro se alzan en un fulgor sin igual,

vivía una princesa, de ojos como la aurora,

y un guerrero valiente, que su alma enamora.

Él, de armadura brillante y corazón de león,

defendía los muros, con feroz devoción.

Ella, de risa de plata y espíritu libre,

soñaba con un amor, que el destino describe.

Sus miradas se cruzaron, en un baile de estrellas,

y el amor floreció, rompiendo todas las querellas.

Él, su protector, su escudo, su fiel guardián,

ella, su luz, su musa, su dulce afán.

Juntos cabalgaron, por valles y montañas,

enfrentando dragones, y bestias extrañas.

Su amor, un fuego eterno, que nada podía apagar,

un juramento sagrado, que el tiempo no ha de borrar.

En el corazón de Diamante, su amor se consagró,

uniendo dos mundos, que el destino forjó.

Y así, el guerrero y la princesa, en un abrazo sin fin,

sellaron su leyenda, en un amor sin confín.