Si es verdad te ame cuando no debi amarte
- samuel gaitan
- 13 mar 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 abr
Todo comenzo un dia cuando estaba enamorado de la vida de ti pero ahora me niego aceptar que no paso nada que sin ti mi vida es igual que sin ti todo si gue lo mismo y contigo sigo siendo igual quiero decirte que pena que seamos solo dos desconocidos sin figuras sin formas de amarnos solo dos personas que se cruzan sin dejar rastro la verdad quiero ser recordado por ti
El amor que nunca fue
Todo comenzó un día cualquiera, cuando él aún creía en el amor, cuando pensaba que la vida estaba llena de promesas por cumplir. Sus días eran simples, pero al verla, algo cambió. No sabía su nombre, no conocía su historia, pero bastó una mirada para que todo se transformara.
Ella tenía el aura de una ensoñación. No era la mujer más hermosa que había visto, pero en su presencia, el tiempo parecía desacelerar. Su voz era un susurro que se quedaba en el aire, y cada palabra que decía parecía tener un significado oculto que él quería descifrar.
Se cruzaron muchas veces en el café de la esquina. Él se sentaba en la mesa junto a la ventana y ella, con su libro entre las manos, parecía sumergirse en un universo distinto. Él la observaba de reojo, y a veces sus miradas se encontraban por un instante fugaz. Pero ninguno de los dos decía nada.
Un día, finalmente reunió el valor para hablarle. “Parece un buen libro”, dijo señalando la novela entre sus manos. Ella levantó la vista y le dedicó una sonrisa breve. “Lo es”, respondió con suavidad.
Fue el inicio de pequeñas conversaciones que poco a poco se convirtieron en rutina. Hablaron de historias, de sueños, de sus miedos y esperanzas. Sin embargo, nunca hablaron de amor. Ninguno de los dos se atrevía a cruzar esa barrera invisible.
Él se enamoró en silencio. Cada día la esperaba en el café, y cada día su corazón latía con la misma intensidad. Pero no sabía si ella sentía lo mismo. Había algo en su mirada que parecía distante, como si estuviera en otro lugar, en otro tiempo.
Pasaron meses en aquel juego de palabras y miradas. Él no necesitaba nada más, o al menos eso se decía a sí mismo. Pero una tarde, ella no llegó. Esperó horas, pero la silla vacía frente a él fue la única respuesta.
Los días siguientes fueron iguales. Ella había desaparecido sin dejar rastro. Buscó en los lugares que le mencionó en sus charlas, preguntó en la cafetería, pero nadie supo darle una respuesta. Entonces, entendió la verdad: ella solo había sido un sueño pasajero, un espejismo que se desvanecía con la brisa.
Se negó a aceptar que nada había pasado, que sin ella todo seguía igual. Pero la realidad era cruel: él era el mismo hombre, con la misma vida, y sin embargo, todo había cambiado.
Días después, encontró una nota bajo su taza de café. Decía: “No somos más que dos desconocidos que se cruzaron en el tiempo equivocado. Pero espero que, en algún lugar del universo, nos recordemos siempre”.
La leyó una y otra vez. Y en ese instante supo que, aunque ella se había ido, su recuerdo permanecería para siempre.


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