🌑 “Te Quise Solo Yo”
- samuel gaitan
- 18 jun
- 4 Min. de lectura
Fui tormenta sin trueno en tu cielo de calma,
un suspiro sin eco, un querer sin razón.
Tú vivías tranquilo… y yo daba el alma,
te amaba en silencio, con todo el corazón.
Te miraba llegar como quien ve milagros,
aunque nunca tus pasos buscaban mi andar.
Te ofrecí mi universo en papel sin recargos
y tú solo supiste mirar y callar.
Me quedé en la orilla de un beso imposible,
esperando migajas de tu atención.
Amarte fue herida, tan dulce, tan horrible…
fui ruina que amaba su propia prisión.
Y al final, te marchaste sin saber que dolías,
sin saber que tu ausencia partía en dos.
Tú viviste inviernos, yo quemé mis días
por un “te amo” que nunca nació.
Te llevaste tan poco… y dejaste vacío,
como un barco que parte sin mirar atrás.
Yo fui llama encendida… tú fuiste el rocío
que apaga sin culpa, sin pena, sin paz.
Anatomía de tu Ausencia
Te construí un reino dentro de mis costillas,
un palacio de esperas, un trono de anhelos.
Pero tú solo entrabas de humilde visita,
un turista en mi alma que exploraba mis cielos.
Me bebí tus palabras como si fueran promesa,
descifré tus silencios creyendo oír mi nombre.
Fui el náufrago terco que besaba la ola
creyendo que el mar, al fin, le quería salvar del hambre.
No hubo un portazo, ni una daga en el pecho,
fue un simple encogerse de hombros, un "lo siento" sin alma.
Y me dejaste aquí, con todo este amor a cuestas,
un equipaje inútil que me roba la calma.
Ahora tu ausencia tiene forma, tiene peso y contorno;
es el frío en mis manos, el eco en la casa vacía.
Y yo, forense experto de lo que nunca tuvimos,
sigo aquí, diseccionando el cadáver de un sueño
que para ti, mi amor, nació muerto ese día.
Te Amé en Silencio Hasta el Final
Me despido de ti sin que lo sepas,
como se van las sombras al amanecer,
llevándome conmigo estas cadenas
de un amor que no pudo florecer.
Fui el espectador de tu existencia,
el que guardó tu risa en su memoria,
mientras tú vivías en la inconsciencia
de ser el centro de mi triste historia.
Te escribí cartas que nunca envié,
poemas que se quedaron en cajones,
palabras que al viento les confié
porque no encontraron tus corazones.
Cada sonrisa que me regalabas
era limosna para mi indigencia,
cada vez que mi nombre pronunciabas
mi alma temblaba en su demencia.
Pero tú amabas a otro ser humano,
y yo era apenas la sombra fiel
que caminaba siempre a tu costado
siendo invisible bajo tu piel.
Hoy me alejo sin hacer ruido,
como quien cierra un libro sin final,
porque amar sin ser correspondido
es morir un poco cada día más.
No te culpo por no amarme,
el corazón no se puede obligar,
solo me duele no poder quedarme
a verte con otro despertar.
Me llevo el eco de tu nombre,
el perfume que dejaste en mis días,
y aunque el dolor me desarme,
agradezco haberte conocido, vida mía.
Adiós, amor que nunca fuiste mío,
adiós, sueño que no se cumplió,
me voy navegando en este río
de lágrimas que mi alma derramó.
Quizás en otra vida, en otro tiempo,
nuestras almas se encuentren de verdad,
pero en esta, me conformo y me contento
con haberte amado en soledad.
Ecos de un Silencio no Escrito
El aire se congela en tu partida,
un adiós sin palabras, solo un eco mudo.
Mi amor, un faro en noche ya vencida,
naufraga en el mar de tu desdén crudo.
Quise ser puerto, ancla en tu tormenta,
hogar de risas, abrigo en tu invierno.
Mas fui solo sombra, figura hambrienta,
un suspiro ahogado en tu desapego eterno.
Mis manos tendidas, cual ramas al viento,
buscando el roce de tu piel ausente.
Un universo de afecto, en lento lamento,
chocando contra un muro indiferente.
Y duele este amor que jamás fue nido,
que solo habitó en mi pecho desvelado.
Un mapa sin rumbo, un sueño prohibido,
el eco amargo de un "te amo" no escuchado.
Así, entre las ruinas de lo que no fue,
recuerdo tu nombre, grabado en mi piel.
Un amor sin retorno, sin un porqué,
solo el dolor punzante de este amargo adiós cruel.
PUENTE A NINGUNA PARTE
Llegaste con maletas de promesas,
pero tu equipaje era de aire.
Yo tejí un puente con mis venas
hacia una isla que no existía.
Tu amor fue postal de otros paisajes:
me enviaba atardeceres prestados,
horizontes que nunca tocaban
esta orilla de espera mojada.
Planté jardines en tu nombre,
regué con lágrimas de madrugada.
Tú cosechaste en otro campo
mientras mi siembra se ahogaba.
¿Cómo clavar abrazos
en un muro de niebla?
¿Cómo escalar un beso
por una torre sin escaleras?
Hoy descubro las facturas
de tanto amor a crédito:
debo lunas sin interés,
noches con recargos de silencio.
Dejaste tu taza de café fría
como prueba delictiva,
y tres palabras no dichas
marcadas en el calendario vacío.
Construí catedrales con migajas,
consagré altares a tu sombra.
Tú rezabas en otra lengua
frente a dioses que no me nombraban.
El adiós no tuvo ceremonia:
fue un sello en documento gris,
una mudanza sin aviso
donde te llevaste hasta el percal.
Ahora soy la estatua
del prócer del desvelo,
con una placa que declara:
"Aquí amó sin ser amado,
cruzó un puente a ninguna parte
y se quedó mirando el vacío
con las llaves de un portal
que nunca se abrió".
Y en la última estación
—bajo la lluvia de siempre—
entendí tu geometría:
eras círculo perfecto,
yo sólo fui tu tangente.




Comentarios