Sed de Luna
- samuel gaitan
- 24 jul
- 1 Min. de lectura
Soy un mendigo de estrellas perdidas
que contempla desde el polvo terreno
cómo danzas entre nubes dormidas,
diosa de rostro sereno.
Tus ojos son constelaciones lejanas
que jamás iluminarán mi sendero,
mientras yo, mortal de manos humanas,
intento alcanzarte y muero.
Eres mármol esculpido por ángeles,
perfección que no conoce el dolor,
yo soy barro que se vuelve frágil
ante la inmensidad de tu esplendor.
Caminas sobre pétalos de aurora
sin tocar jamás el suelo que piso,
mientras mi alma se devora
esperando un imposible paraíso.
Tus labios hablan lenguajes divinos
que mis oídos mortales no entienden,
soy un eco perdido en tus caminos,
una sombra que tus luces no encienden.
Te escribo cartas con tinta de lágrimas
que el viento se lleva sin compasión,
palabras que se vuelven diagramas
de mi rota constelación.
Eres primavera eterna y dorada,
yo soy otoño que muere en silencio,
mi amor es lluvia no deseada
sobre tu jardín de ensueño.
Desde mi ventana de cristal empañado
te veo pasar como una visión,
ángel que nunca ha bajado
a este mundo de perdición.
Mis manos tiemblan al escribir tu nombre,
cada letra es una herida abierta,
soy apenas un mortal, un hombre
que ama tras una puerta.
Tu risa es música de esferas celestes
que no llegará jamás a mis oídos,
mientras yo tejo coronas silvestres
para sueños nunca cumplidos.
Acepto mi destino de adorarte
desde la distancia del mortal,
sabiendo que jamás podré tocarte,
diosa de belleza celestial.




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