La Fugacidad del Tiempo en una Amistad Mortal
- samuel gaitan
- 12 may
- 4 Min. de lectura
Sonata para mi amiga
(un amor que el tiempo desgasta)
Cada día que te veo
es un pétalo que cae del reloj,
una brisa breve que me roza
y se disuelve en la sombra de la tarde.
Te miro…
y es como mirar el tiempo huir,
como si tus ojos fueran relojes de arena
donde el amor se filtra,
silencioso, inevitable.
Te amo —
pero no con el hambre de los amantes,
sino con la ternura rota
de quien sabe que nada dura,
ni siquiera lo que más duele.
Hay algo eterno en tu risa,
y sin embargo,
cada vez que ríes se va un poco más
de lo que fuimos,
de lo que nunca seremos.
El infinito parece cercano
cuando digo “te quiero” —
y aún así,
tú y yo
somos tan finitos como las hojas secas en otoño,
tan frágiles como el instante
entre el abrazo y el adiós.
Amiga mía,
esta sonata no busca quedarse,
solo ser música mientras dure el aire.
Porque lo mortal también ama.
Porque hay amores
que viven tan solo
para ser recordados.
"Sonata del adiós en tono menor"
Entre los pliegues del reloj, tu risa
es un puñal de luz que corta el viento.
Cada encuentro un relámpago en el lento
túnel del tiempo, donde el alma prisa.
Guardamos ecos en frascos de sombra:
huellas de pasos que la lluvia borra,
noches que fueron pétalos de aurora
y ahora son ceniza que se nombra.
Nuestra amistad, rosa de un solo invierno,
marchita espinas en el almanaque.
El infinito es sólo un dulce engaño:
lo que llamamos eterno, es un grano
de arena en el estómago del ángel
que devora segundos... y nos vierte al olvido.
(Te quise como al vértigo que abraza
el vacío: con miedo y con destreza.
Pero hasta el fuego es breve en su certeza:
arde, y se vuelve polvo en tu mirada).
Quedará el eco de un vals entre las grietas,
un nombre susurrado por la arena,
tu voz, una moneda en la fontana
del ayer... y esta nostalgia imperfecta
que muerde los silencios con dentadura eterna.
"Sonata para mi amiga"
Cada vez que te veo,
el tiempo se acelera y se detiene,
como una hoja que cae en cámara lenta,
saboreando su último vuelo.
Eres la sonrisa fugaz del atardecer,
la promesa de un nuevo día
que nunca llega.
Hemos compartido risas entre gotas de lluvia,
confidencias bajo el abrigo de las estrellas,
y en cada palabra tuya,
he encontrado un refugio de eternidad.
Pero el tiempo es cruel,
corre sin permiso,
se escapa entre los dedos
como arena fina,
como el humo de un recuerdo.
¿Cómo puede ser tan corta
una vida entera de amistad?
¿Cómo pueden envejecer
esas tardes de café y canciones,
esas noches interminables de charlas profundas,
tan rápido como florece una flor en invierno?
Te miro y pienso:
esto también pasará.
Algún día, la muerte o la distancia
llevarán tu voz,
tu abrazo sincero,
tu mirada cómplice.
Y quedarán solo ecos,
fotografías borrosas,
y esta nostalgia dulce
de haber querido tanto.
Porque te amo, sí,
pero no de ese amor que quema,
sino de aquel que trasciende,
que se queda en el alma,
como un tatuaje invisible
dibujado con cariño y tiempo.
Amiga mía,
si el destino nos dio días contados,
déjame guardarte en cada segundo.
Déjame sentirte,
recordarte,
llorarte antes de perderte.
Porque nada dura para siempre,
y por eso,
este momento —este ahora—
vale más que cualquier mañana.
El tiempo pasa, lo sé.
Pero mientras pase,
yo seguiré diciendo tu nombre en silencio,
como quien reza por algo que ama
y sabe que algún día se irá.
En el reloj de arena de nuestra existencia,
cada grano cae, testigo silente de lo efímero.
Te miro hoy y veo el ayer desvanecerse,
como sombras que alargan su silueta al atardecer.
Amiga mía, confidente del alma,
somos dos estrellas en órbitas mortales,
brillando juntos en un cosmos indiferente
que no perdona la osadía de ser finitos.
Cuando tus ojos encuentran los míos,
siento el universo contraerse en un instante,
y en ese latido, eterno y fugaz,
mi corazón reconoce un amor indescifrable.
¿Cuántos amaneceres nos quedan por compartir?
¿Cuántas palabras morirán sin ser pronunciadas?
Este cariño, más vasto que el infinito mismo,
se ahoga en la angustia del tiempo que escapa.
Cada segundo a tu lado es un tesoro
que guardo en el relicario de la memoria,
mientras el tiempo, ladrón implacable,
hurta momentos que creíamos eternos.
Te amo con la fuerza de quien sabe
que el "para siempre" es solo un espejismo,
un consuelo frágil ante la certeza
de que somos polvo enamorado del viento.
En esta sonata de amistad y amor,
bailamos al ritmo de un metrónomo cruel.
Y aun así, amiga mía, alma gemela,
prefiero esta nostalgia a nunca haberte conocido.
Porque en la brevedad de nuestro encuentro,
en este parpadeo cósmico que llamamos vida,
tu presencia ha sido el verso más hermoso
de este poema efímero que escribimos juntos.
Sonata para mi amiga
Cada día que te veo, el tiempo huye,
un suspiro que se pierde en la penumbra.
Tu risa, un eco que el viento consume,
amistad mortal, fugaz como la lumbre.
Te amo con la fuerza de un instante,
un te quiero que roza el infinito.
Mas el reloj devora lo que amante,
y cada latido es un adiós escrito.
Éramos eternas en un verano quieto,
pero el otoño arrastra nuestras huellas.
Tu mirada, un faro en mi secreto,
se desvanece entre las horas bellas.
Oh, amiga, el tiempo es un ladrón cruel,
nos roba el ahora, nos deja el ayer.
En mi pecho guardo tu luz fiel,
un amor que el infinito no puede vencer.




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