“Entre Gemas y Suspiros: Un Amor Tallado en Piedras Preciosas” Orfebrería de un Amor: Un Poema de Piedras Preciosas
- samuel gaitan
- 24 jul
- 3 Min. de lectura
En el taller del tiempo, donde los corazones se forjan y los destinos se entrelazan, nació un amor tallado en la gema más pura. Un hombre y una mujer, dos almas destinadas a convertirse en la más exquisita de las joyas, encontraron en la Tierra un lienzo para su querer, pintando su historia con el brillo de las piedras preciosas.
Él, un Ónix profundo y sereno, guardaba en su interior la fuerza de montañas ancestrales. Su amor era un ancla, una promesa de estabilidad en un mundo de mareas cambiantes. En sus ojos oscuros, ella encontró un refugio, un universo de calma donde descansar sus anhelos. Era la roca sobre la cual su espíritu, un torbellino de colores, podía danzar sin temor a caer.
Ella, un Ópalo de fuego y misterio, reflejaba en su ser todos los matices del alba y el crepúsculo. En su risa cristalina resonaban mil galaxias, y en sus lágrimas se adivinaba la melancolía de lunas lejanas. Era un espectro de emociones, una danza de luz y sombra que mantenía el corazón de su amado en un perpetuo asombro.
El primer encuentro fue un destello de Diamante, puro e irrompible. Una mirada que cortó el velo de lo cotidiano y reveló la eternidad contenida en un instante. Sus manos, al tocarse, sellaron un pacto silencioso, una promesa de amor eterno forjada en la piedra más resistente y brillante.
Los días que siguieron se tiñeron del rojo intenso del Rubí. La pasión, un volcán en erupción, los consumía en un fuego que no quemaba, sino que purificaba. Cada beso era una brasa incandescente, cada caricia un río de lava que moldeaba sus almas, uniéndolas en un abrazo ardiente e inextinguible.
Con el tiempo, su amor maduró y se vistió del azul profundo del Zafiro. La lealtad y la confianza se convirtieron en el cielo bajo el cual navegaban, un firmamento inmutable salpicado de estrellas de comprensión y respeto mutuo. Aprendieron a leer en el silencio del otro, a descifrar los anhelos no dichos, construyendo un santuario de fidelidad a prueba de tempestades.
Y en los momentos de renovación, cuando la vida los retaba a crecer, su amor se revelaba como una Esmeralda. Un verde vibrante que simbolizaba la esperanza, la sanación y la promesa de una primavera perpetua. Juntos, superaron inviernos y sequías, encontrando en el otro la fuerza para reverdecer, para reinventarse, para amarse con una vitalidad siempre renovada.
Así, en el gran collar del universo, su amor se convirtió en una joya única, una composición perfecta de piedras preciosas. Él, el Ónix que le daba anclaje y profundidad. Ella, el Ópalo que le ofrecía un universo de luz y color. Y en el corazón de su unión, el Diamante del primer instante, el Rubí de su pasión, el Zafiro de su lealtad y la Esmeralda de su crecimiento. Una orfebrería divina, un amor eterno tallado en el alma del tiempo.
En la aurora violeta de tu mirada,
nacen amatistas, sueños de madrugada.
Tus labios, rubíes en la brisa encendida,
encienden mi pecho, dan vida a mi vida.
Eres jade sereno en tardes de calma,
abrazo esmeralda que apacigua el alma.
Yo, simple buscador en tu río cristal,
encuentro diamantes en tu risa inmortal.
Tus caricias, zafiros de profundo océano,
dibujan en mi piel un azul sobrehumano.
En tus dedos, la luna es un ópalo sutil,
y en tu cuello reposa la perla más febril.
Nos amamos despacio, como el ámbar dorado
que guarda en su entraña el tiempo atrapado;
y cada promesa que decimos en voz baja
es un cuarzo que brilla, que nunca se desgasta.
Así, entre piedras preciosas, tallamos la historia
de un hombre y una mujer, unidos en memoria.
Que el amor, como gema, no teme a la erosión,
pues es eterno y claro, en tu alma y mi corazón.




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