Ecos en el Mármol
- samuel gaitan
- 24 jul
- 1 Min. de lectura
Te vi como se mira a una estrella lejana,
sabiendo que su luz es un eco del ayer,
un fuego que viajó por la fría mañana
del tiempo, solo para venir a morrer
en la orilla fugaz de mi pupila humana.
Tu belleza es de mármol, de un templo cincelado,
una estatua perfecta que el arte soñó un día.
Mi amor, en cambio, es musgo, que crece a tu lado,
un verde transitorio, una humilde osadía
de un ser perecedero que vive enamorado.
Mis manos son de barro, forjadas para el fin,
ansían la caricia de tu piel de alabastro.
Mi voz es solo un soplo, un efímero violín
que entona su lamento siguiendo tu rastro,
un eco que se pierde dentro de tu jardín.
Te ofrezco mi existencia, mis fiebres y mi herida,
un corazón que late con cuenta regresiva.
Tú ofreces tu silencio, tu calma sostenida,
una piedad distante, serena y pasiva,
que no comprende el ruego de esta corta vida.
Y así te amo, hermosa, mi eterna condena,
la diosa indiferente de un culto sin altar.
Yo, el hombre que en la arena va grabando su pena,
sabiendo que la ola, al llegar y pasar,
se llevará mi nombre, y tú serás la arena.




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