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Cenizas de un Fuego Extinto

  • Foto del escritor: samuel gaitan
    samuel gaitan
  • 18 jun
  • 4 Min. de lectura

Había una vez un corazón que ardía

con la fuerza de mil soles nacientes,

donde cada latido repetía

tu nombre entre susurros ardientes.

Pero el tiempo, cruel alquimista,

convirtió el oro en plomo frío,

y lo que fue pasión sin conquista

se volvió eco de un amor vacío.

Tus ojos, que fueron mi universo,

ahora miran sin reconocerme,

como páginas de un libro disperso

que ya nadie vuelve a leerme.

El silencio creció entre nosotros

como hierba mala en el jardín,

ahogando los juramentos rotos

de un amor que llegó a su fin.

¿Dónde quedaron las promesas?

¿En qué rincón del alma herida

se esconden las caricias tiernas

que dieron sentido a mi vida?

Ahora camino entre las cenizas

de lo que fuimos un día,

recogiendo migajas esquivas

de nuestra antigua alegría.

Tu corazón se ha vuelto extraño,

territorio que ya no conozco,

y yo me quedo con el daño

de amarte más de lo que reconozco.

Así se enfría un amor perdido:

no con gritos ni con dolor,

sino con el sordo ruido

de un corazón que olvida cómo amar mejor.

Y aunque el fuego ya no existe,

guardo el calor de sus brasas,

porque hubo un tiempo en que fuiste

el hogar donde mi alma descansaba.

🕯️ “Cuando el Fuego Se Cansa de Arder”


Se apagó sin aviso, sin drama, sin ruido,

como vela que cede al aliento del tiempo.

Tus ojos, antes faros, ahora son olvido,

mi nombre en tus labios ya no tiene acento.


No hubo traición ni un adiós desgarrado,

solo el lento desliz de lo que fue pasión,

como el vino que pierde su rojo encantado,

como un eco que muere en su propia canción.


Tu abrazo aún tibio, pero ausente de alma,

me rozas el cuerpo, pero esquivas el ser.

Tu amor es un huésped que duerme con calma

y yo, una morada que empieza a doler.


¿En qué rincón del día te volviste extraño?

¿En qué grieta del alma dejaste de estar?

Quizás el amor no se mata de un daño,

sino que se muere de tanto esperar.


Ahora camino contigo sin verte,

hablamos y el silencio grita más.

Un amor no se pierde de golpe —se pierde

como el sol que se va... sin mirar jamás.

Cartografía de un Adiós Helado

Fuimos incendio, hoguera compartida,

un sol perpetuo en mitad de la vida.

Pero una escarcha sutil en tu mirada

marcó el inicio de esta tierra helada.

Ya no hay preguntas que busquen mi voz,

tus manos son barcos que anclaron, sin más,

en la orilla distante de un cuerpo que fue hogar

y hoy es un mapa que no quieres explorar.

El amor no murió con un grito o un trueno,

se fue apagando en un silencio obsceno.

Se volvió un hábito, un gesto cansado,

un "te quiero" hueco, ya casi olvidado.

Trazo la ruta de tu indiferencia en mi piel,

cada espacio vacío, cada amargo clavel

que no llegó a mi puerta, cada noche sin ti,

sabiendo que estabas, pero lejos de mí.

Y hoy somos dos extraños que saben sus nombres,

dos fantasmas sentados entre las penumbras,

dos islas de hielo en un mismo mar,

condenados a vernos, sin podernos tocar.

Cenizas de un Ayer Helado

La brasa que encendió nuestros días,

hoy yace inerte, sin calor ni brillo.

No hay llamas, ni rescoldos, ni agonías,

solo el silencio de un amor sencillo.


Tus ojos, antes mares de pasión,

son ahora espejos donde no me encuentro.

Se fue la chispa, la dulce tentación,

dejando un vacío en el hondo centro.


Las promesas que el viento se llevó,

ecos de risas que ya no resuenan,

murmullos de un "siempre" que se ahogó

en las aguas frías que hoy nos condenan.


No hubo batalla, grito, ni huracán,

solo el lento despojo, la tenue escarcha.

Un adiós sin palabras, un "nunca más"

que el alma siente mientras el tiempo marcha.


Y así nos quedamos, dos sombras sin voz,

en el limbo cruel de un "pudo ser".

Tú, lejos de mí; yo, lejos de nos,

con el corazón hecho escarcha al amanecer.

Cenizas del verano

Dejaste sin anuncio

las manos tibias de la costumbre.

Ya no buscas mis huellas

en la almohada vacía del alba.


Se apagó el fuego que encendimos

con promesas a gritos,

con miradas que ardían

como leña verde bajo la tormenta.


Hoy eres niebla:

te desvaneces

si intento abrazar tu contorno.

Tu silencio es un muro

que crece entre las frases rotas.


¿En qué esquina del tiempo

se perdió el mapa de tu piel?

Tu risa fue moneda

gastada en inviernos ajenos.

Y yo aquí, descifrando

el álgebra del frío.


Me quedan los restos:

el eco de un nombre

que ya no responde,

la ceniza del verano

que no calienta.


Te fuiste con el sol

y sólo dejaste

el frío de un invierno eterno

en las sábanas desiertas.

Este amor que fue volcán

hoy es piedra,

estatua de sal

mirando hacia el ayer.


Y así, sin trompetas ni lamentos,

se volvió ceniza

lo que fue incendio.

Tu adiós

fue el más cruel:

un silencio que crece

como musgo sobre el mármol.

ree

 
 
 

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